EDITORIAL
Comienza la temporada de caza
Valdemoro,12 de octubre de 2013
Esta semana se ha iniciado la temporada de caza en la Comunidad de Madrid. Como acaban de subrayar de forma muy expresiva las organizaciones ecologistas del sureste de la región, nos encontramos ante una actividad ejercida por tan sólo un 0,5% de la población en el 72% del territorio regional.
En adelante, por tanto, asistiremos en los campos de Valdemoro a la acostumbrada invasión de grupos de cazadores que, en ejercicio de su práctica manifiestamente excluyente, restringirán las actividades y los movimientos de los otros usuarios del espacio público. Entre estos se contarán ciclistas, corredores, paseantes y pacientes observadores de esa misma naturaleza acorralada por la práctica estruendosa y “deportiva” de la caza menor.
Más allá de juzgar el hecho de encontrar placentera una actividad consistente en matar seres vivos por mero divertimento, nadie puede negar que existe una incompatibilidad radical entre este uso de los espacios públicos y las diferentes maneras de hallar esparcimiento en estas áreas comunes. La práctica de la caza comporta cada vez más riesgos para el ejercicio de otras actividades desarrolladas en zonas naturales o, incluso, en las mismas áreas urbanas.
Por desgracia, muy ingenuos resultaríamos al esperar un arbitraje cabal por parte de las autoridades regionales de cara a no ver invariablemente agraviados los derechos de los no cazadores. Y es que, como no podía ser menos, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio nada disimula su favoritismo hacia los colectivos de cazadores a los que, a través de unos u otros subterfugios, se les permite su actividad prácticamente a lo largo de todo el año. Descontando el período hábil, ya sea pretextando la media veda, los descastes o el control de especies, lo cierto es que casi en cualquier momento podremos toparnos con individuos esparciendo abundante plomo por nuestros de por sí ya muy maltratados campos.
Tras todos estos años de experiencias recabando apoyos para evitar la destrucción de El Espartal -escenario tradicional de práctica cinegética- nunca dejó de llamar nuestra atención el significativo silencio de la Asociación de Cazadores de Valdemoro. Esta sociedad jamás hizo expreso su parecer ni dio muestra de preocupación alguna al respecto de la urbanización de la finca. Ni tan siquiera la consideración del obligado recorte de las expectativas cinegéticas para el desarrollo de su actividad, impuesto por la drástica transformación de este espacio, provocó la mínima reacción de esta entidad o de parte de sus integrantes. Pasividad tanto más “sorprendente” al provenir de un gremio que suele autodenominarse con fervor más conservacionista y amante de la naturaleza que nadie.
Mientras llegan estos tan deseables como improbables apoyos invitamos a los cazadores de Valdemoro a que, al menos, respeten las recomendaciones de las llamadas zonas de seguridad en núcleos urbanos contempladas en el Reglamento de Caza; eliminen de una vez la propagación del tóxico plomo en los encharcamientos del arroyo de la Cañada y erradiquen ese indeseable hábito de abandonar en nuestros campos las vainas de los cartuchos, una práctica expresamente prohibida por el ordenamiento legal.
No parecen muchos deberes para la temporada que ahora se inicia pero apreciar una verdadera voluntad en su cumplimiento sería, tal vez, la mejor forma de que resulte algo creíble ese acostumbrado recurso de los cazadores a la ardorosa proclamación como los mayores defensores del medio ambiente.