La barbarie urbanística o como cargarse un pueblo
Valdemoro, abril de 2006
Era evidente, tarde o temprano tenía que estallar ésta bomba de relojería denominada "burbuja inmobiliaria" o "cultura del ladrillo". Eran tan claras y notorias las barbaries urbanísticas cometidas contra el medio natural, la ordenación del territorio (que dicho sea de paso, no existe como tal en nuestro país), y la vida de nuestros pueblos y ciudades, que esa débil frontera entre la legalidad y la inmoralidad, ese mirar para otro lado y justificarlo todo en base al progreso y las supuestas necesidades sociales, no eran más que una tapadera basada en el negocio y la rentabilidad de nuestro patrimonio más importante: el suelo, y por tanto, el enorme beneficio de unos pocos en perjuicio del interés general, algo que no justifica en absoluto el evidente peso del sector de la construcción en nuestra economía, y por ello, carente de toda ética y moral.
Una ley del suelo que obliga a la financiación de los ayuntamientos con la única vía posible de las plusvalías generadas con la venta del suelo, es terreno abonado para recalificaciones masivas, desequilibrios sociales, tráfico de influencias, informaciones privilegiadas y otras figuras reprochables, y esto, lo ve hasta el ser más tonto entre los tontos y sin embargo, se permitió con la excusa de abaratar la vivienda (falso), a cambie eso si, del enriquecimiento de personas sin moral ni vergüenza, relacionadas con el sector inmobiliario y políticos sin escrúpulos de cualquier ideología, porque señores, se ha puesto a prueba la condición humana a sabiendas del resultado final, y una vez más, se ha demostrado que la tentación del dinero unido al poder, junto a leyes como la vigente ley del suelo, no ayudan a su erradicación, sino todo lo contrario.
Los ecologistas llevamos años denunciando los desmanes y abusos de innumerables planeamientos urbanísticos, y los consiguientes atropellos al medio ambiente y a la propia inteligencia humana, pero se nos tachaba de ir en contra del progreso, e incluso algún político de segunda de forma interesada nos tildó de fundamentalistas, comparándonos casi con terroristas, pero sin el casi.
Señoras y señores, debéis saber que no somos los ecologistas los que robamos miles de millones de euros de las arcas públicas (Marbella), no somos los ecologistas quienes arruinamos un ayuntamiento del que dependen miles de personas inocentes, quienes se apropian de la riqueza de todos aprovechando la situación ventajosa de las urnas o los famosos "amiguismos", no somos los ecologistas quienes cometemos prevaricaciones, cohechos, sobornos, actos inmorales, quienes aceptan dinero procedente del blanqueo del narcotráfico, prostitución, armas...., dinero sucio en definitiva, realmente repugnante.
El método es sencillo y fácil de ejecutar: alcanzar el poder en un determinado municipio del litoral o cercano a grandes núcleos de población, nuevos planes generales y recalificaciones masivas en base a supuestas necesidades de la población, justificación de los planes urbanísticos en aras del progreso, supuesto interés general de numerosas obras o infraestructuras, pérdida continua e irreparable de la calidad de vida del municipio afectado por evidentes desequilibrios territoriales y dotacionales, y finalmente, la pérdida de la identidad cultural y social de nuestros pueblos y ciudades, que padecen la depredación incontrolada de su territorio histórico.
Hoy en día, cualquier pueblo que se precie y no se quiera quedar atrás en el desarrollo urbano, tiene su gran proyecto inmobiliario: Colmenar de Oreja, Valdemoro, Pinto, Seseña, El Escorial, Villanueva de La Cañada, Estepona, Torremolinos.......y un larguísimo etcétera. En el caso más cercano de Valdemoro, mi pueblo, tenemos la finca del Espartal, donde se pretende construir miles de viviendas además de otras dotaciones (campos de golf, etc), recalificada en el nuevo Plan General con los votos a favor de P.P. Y P.S.O.E., y que siendo a todas luces legal, es reprobable en cuanto que afecta a un paraje de gran importancia ambiental(1400 hectáreas), además de injustificable atendiendo a la realidad social del municipio, puesto que las necesidades del pueblo son otras, y no la pérdida de casi el diez por ciento del término municipal en un solo desarrollo urbanístico.
Ese ritmo frenético y casi enfermizo por ocupar de viviendas la práctica totalidad de un territorio, y duplicar, triplicar e incluso quintuplicar la población en pocos años, solo beneficia a constructores, promotores y personas vinculadas al mundo del ladrillo y no se justifica, ni se mantiene en pie en base a supuestas políticas sociales o la necesidad de ciertos sectores (jóvenes, inmigrantes, etc).
Marbella desgraciadamente es solo la punta del iceberg, tiempo al tiempo. Señoras y señores, hagan juego y apuesten cual será el próximo municipio donde saltará otro escándalo vinculado al mundo del ladrillo.